Comunicado por Palestina

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Comunicado por Palestina

Antes del comienzo de la represión militar, Gaza tenía 2,1 millones de habitantes. Desde octubre de 2023, han muerto más de 61.000 personas y 151.000 han resultado heridas, según el Ministerio de Salud gazatí y la ONU. Al menos 10.000 cuerpos siguen bajo los escombros. Save the Children confirma que al menos 19.000 niños han perdido la vida y UNICEF estima que, en total, más de 50.000 han muerto o resultado heridos.

El 90 % de la población ha sido desplazada, muchos, en algunos casos hasta seis veces. Médicos Sin Fronteras alerta de que, en sus clínicas, uno de cada cuatro niños menores de cinco años y mujeres embarazadas o lactantes sufre desnutrición. Según el Ministerio de Salud de Gaza, 235 personas han muerto de hambre, 106 de ellas menores.

Vivir en Gaza hoy es una condena a muerte. La ONU documenta que el 92 % de las viviendas está dañada o destruida, junto con más de 2.300 centros educativos y centenares de lugares de culto. El hambre y la insalubridad están provocando una incontrolable propagación de enfermedades. La OMS confirma que solo 18 hospitales funcionan de forma parcial y que más de 14.800 pacientes graves esperan evacuación; cientos han muerto antes de conseguirla. El Programa Mundial de Alimentos advierte que la ayuda que entra cubre, en periodos recientes, menos del 25 % de las necesidades alimentarias mínimas para sobrevivir.

Desde la Colectiva Portal de Igualdad, condenamos la tibieza institucional y la complicidad internacional. No hay cálculo estratégico ni razón instrumental que justifique la aniquilación de vidas inocentes. La moral y la compasión no son un lujo ni un añadido, son la base para que una sociedad sea habitable.

El artículo 2.º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que el reconocimiento de la dignidad y de la libertad de todo ser humano es incondicionado. Tres conceptos vertebran estos derechos. En primer lugar, el ‘reconocimiento’, que es ver y aceptar al otro como un igual en humanidad y constituye el acto por el que establecemos los derechos. En segundo lugar, la ‘dignidad’, que es el valor inherente a cada persona por el simple hecho de serlo y carece de sentido si no es reconocido en la comunidad. Y, por último, ‘incondicionado’ es aquello que no puede reducirse ni someterse a condiciones y es el acuerdo de base que no puede ponerse en cuestión porque, si pudiera cuestionarse, bastaría un buen argumento para despojar a cualquier grupo humano de reconocimiento, dignidad, libertad y, por tanto, de derechos, y así aniquilarlo sin obstáculos.

Las tensiones internacionales, las disputas internas y los objetivos políticos se vuelven irrelevantes ante lo que ocurre, una matanza instrumental ejercida por un Estado poderoso sobre una población vulnerable. No hay argumentación posible. No hay argumento admisible. Nuestro deber como humanos es denunciar y no colaborar.

El silencio de las instituciones europeas y de las organizaciones nacionales y supranacionales no es mera connivencia, es una ruptura con el reconocimiento, con la dignidad y con la base incondicionada de los derechos humanos.

Autor: Samuel Gallastegui
COLECTIVA PORTAL DE IGUALDAD #COPDI